martes, 14 de mayo de 2019

Tiemblo.

Tengo un poquito de ansiedad y por eso me apetece hablar contigo, para que me distraigas y me mimes y me tranquilice.

Pero hace tiempo que noto que te alejas, y siento un miedo terrible al abandono. Y justo cuando más necesito tu cariño, más lejos te siento, aunque tu voz en la oscuridad me diga que sigues conmigo.

Vuelvo a estar en la misma encrucijada años después, preparado para cometer los mismos errores de nuevo. Pero ahora ya sé el dolor que hay a lo largo del camino, y esta vez no me apetece sobrevivirme.

Lo peor es saber que el único culpable de mi situación soy yo. Que sabía dónde me metía. Que suspiré, prometiéndome que lidiaría con lo que viniese, cuando viniese -pero siendo sincero, esperaba que nunca llegase-. Que he intentado aceptarlo todo, pero todo tiene un precio, y este me está costando la vida -indirectamente-.

No quiero hacer daño a nadie. Quiero irme sin que se note, dejando a la gente seguir con su vida. Sin dolor. Sin llantos. Sin remordimientos. Sólo desaparecer, y llevarme conmigo toda la ansiedad -angustia me has dicho, aunque a mí esto me parece más que simple angustia puntual-.

La tortura ya dura demasiado. Se me agota la sonrisa, y me faltan fuerzas para levantar los brazos. Es como si fueran de hormigón. Me ahogo con mis propias lágrimas, y no puedo controlar la respiración. Me regodeo en mi propia pena, en el personaje patético que proyecto para mí mismo. Es como si el suelo me arrastrase al mismo infierno y no tuviese fuerzas para levantarme. Tiemble entero entre sudores fríos, sin saber si esta noche podré dormir o mi cabeza me lo impedirá.

Por favor, que pare todo.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Adiós (sueño)

Volví
a la habitación
donde pasó todo,
y me sentí mejor.
Estabas allí,
mirándome así,
con los ojitos grandes,
sonrisa feliz.
Te quise abrazar,
escuchar tu voz,
sentir que me querías
como solías hacerlo.

Sé que está todo en mi interior,
que nada es cierto,
que he creado una ilusión,
que todo ha muerto.

Coges mi mano sin pensar
y tiras de mí hacia la azotea.
La vida se despierta por el este
y tiñe el cielo de turquesa.

Te sientas al borde del precipicio
y yo me quedo en pie.
Me miras sin decir palabra,
y se me escapa una lágrima
sin querer.

Me dices que ya lloraré mañana,
que este amanecer me lo regalas.
Explotan las emociones con estas rimas,
la sonrisa que se dibujó en tu cara
cuando te regalé Polina.





Y ahora de nuevo tumbado en el suelo
va siendo hora de despedirnos al fin,
sueltas mi mano aunque no quiero dejarte ir.

Sonríes y me pides que no llore por dentro,
mientras se va difuminando tu recuerdo.

jueves, 1 de junio de 2017

Tengo un miedo enorme a cagarla. Eres tan frágil, tan sumamente frágil, y yo tan torpe, que julio se me hace lejano.

Ojalá de verdad amanecer pegado a tu espalda en un abrazo prolongado. Ojalá poder ser ese soplo de aire que levante tu falda, que impulse tu vuelo. Ojalá tu voz dulce diciéndome te quieros entre las rendijas de una persiana, un atardecer cualquiera en el centro de la tierra.

Quiero que me enseñes cada rincón de Madrid y de tu cuerpo, las grietas que crean la historia de tu vida.

martes, 18 de abril de 2017

Esto es una relación que acabó (Se acabó Vol.2)

Y sin querer evitarlo
me vi cuesta abajo
sin frenos ni mando.
Me sumergí en tu recuerdo,
en las minas de carbón
de tus ojos negros;
en tu pelo de cobre,
mi descenso al infierno;
y en tu cálida espalda
la cruz de mis huesos,
el dolor en el pecho
de las tardes robadas.

Y casi sin darme cuenta
me eché a perder
en las cunetas
de tu manto de estrellas,
de tu sonrisa y tus pecas.
Y quería acabar
con el reflejo
de tus abrazos sinceros,
con el sabor
que dejan tus besos,
con las caricias
que rompen silencios
y con tus ojitos
gritando "te quiero".

Y ahora que ya no estás
camino adelante
y miro hacia atrás
pa' ver si te veo
y encuentro mi vida
en un punto muerto,
huyendo de todo
hasta de los excesos,
y queriendo olvidar
que ya no hay futuro
y que no volverás,
que lo tengo muy crudo
para avanzar.



Se acabó el despertarme abrazado
a tu presencia en mi cama,
desear que se pare el tiempo
y que no nos roben este instante.
Se acabó el jugar entre las sábanas
a horas que ni siquiera sabíamos que existían,
temiendo que alguien abriera la puerta,
y nos encontrara entregándonos el uno al otro.
Se acabó el pasear por las calles de Valencia,
buscando rincones que conquistar
para nuestros recuerdos en común,
el entrar a Futurama a hacer listas de cómics
que no podríamos comprar.
Se acabaron los inviernos
en los que peleábamos cada euro
para poder regalarnos esas listas mutuamente.

Una vez me preguntaste por qué ya no te escribía poemas, por qué nunca te dibujaba, si es que ya no te quería. Jamás podría acercarme siquiera a representar la realidad como yo la veía, como yo te veía. Sin embargo, sí que puedo describir todo lo que me falta(s) ahora. Espero que me perdones el amor romántico y la torpeza a la hora de rimar. Ya sabes que nunca se me dio bien esto.

lunes, 13 de marzo de 2017

Escritura automática. Y algunos versos.

¿Qué soy?
¿Quién soy?
¿Por qué? ¿Por qué fingir?
¿Por qué poesía? ¿Por qué aquí?

Esta hoja acabará rota, tirada.
Destruida.

¿Por qué amar? ¿Por qué querer? No.
No querer, no amar.
Solo. Siempre solo.
No puede haber afecto.
Nada, cero. No aparentar.
¿Y lo auténtico, dónde acabaste?
¿Qué te dirías a tu yo de hace tres años?
Eres poser. Eres mierda.
Vas de bohemio, de punk, de lobo solitario,
pero en realidad eres todo fachada.
Te traicionas una y otra vez.
Te justificas. O ni eso.
Te mueres. Muere tu esencia.
¿Qué fue de los principios?
¿Dónde quedó la honestidad?
Enterrada, sepultada bajo toneladas
de posmodernidad.

Cierra la muralla, que nada entre.
No solo nadie, nada.
No te permitas tener ilusiones.
¿Es esto vida? No.
Entonces, ¿por qué vivirla? Por cobardía.
No ser capaz de atravesar la piel,
perforar el músculo,
quebrar el hueso.

Pero la vida sólo pasa, sin más.
Nada, de nuevo.
Puedes morir ahora, y a nadie le importaría (y nada importaría), (y nada cambiaría lo contrario).

¡Qué dramático, qué radical, qué insensible!
Y sin embargo, el menos dramático (edit: mentira),
el menos radical (edit: mentira), el más sensible.

Asume la vida como un pase,
en el que lo único que puedes intentar,
es esquivar el dolor.
Y ni aun así puedes ganar.
La vida, muerte es.

Vomítate, escúpete, hazte sangre,
insúltate, córtate, vapuléate.
No vales nada, tu dolor tampoco.
Hazte daño, destrúyete.
Aléjate de todo, de todos.

Donde no puedas hacer daño,
donde no la puedas cagar.
Donde seas pastor sin rebaño,
una piedra en el fondo del mar.


(Intermedio)


Hoy te he vuelto a ver,
hacía tiempo que no pasaba.
No podía creer
el verte ahí delante, parada.
Huía de tu recuerdo,
me ocultaba en la oscuridad,
agachaba las orejas,
para no verte más.
Y sin embargo ahí estabas.
Inocente y ajena a mi presencia,
viviendo libre, despreocupada.

Y yo, por otro lado, paralizado.
Esa piel blanquita, suave.
Ese pelo cobrizo.
La viva imagen de tu madre,
de cuando éramos dos chiquillos.
Y a pesar de que te la jugabas,
brincando entre piedras inestables,
sabía que un ángel te guardaba.
Sigue saltando sin miedo, nunca pares.

(A esa chiquita que saltaba de piedra en piedra, por el muro de un parque de una ciudad catalana cualquiera. Y que nunca dejes de saltar sin miedo).

jueves, 8 de diciembre de 2016

La mierda.

Son las cuatro de la mañana.

Vuelvo solo a casa, un poco tocado por una serie de afortunados errores etílicos. Pienso en la buena noche que he pasado, las risas que nos hemos echado, los chascarrillos. Pero algo en las tripas se me revuelve, algo no es como debería ser. Estoy comparando esta noche con años anteriores. Si todo hubiera seguido igual, la hubiera pasado tirado en casa, pero hubiera estado mucho más feliz. Lo de esta noche ha sido un escape banal, un parche minúsculo a un roto enorme, que consigue sujetar los jirones que quedan durante unas pocas horas. Además -y ya lo puedo predecir-, por la mañana me sentiré un miserable por haber vuelto a beber, y de esa manera. Me hace pensar que mi fuerza de voluntad cuando podía rechazar sin dudar el alcohol, no era mía. Recuerdo también que he salido un poco forzado por la situación, que era "obligado" salir a divertirme en la fecha de hoy, a pesar de llevar todo el día en una vorágine autodestructiva y con ganas cero de aparentar felicidad. Sin embargo, estoy agradecido a las dos personas que me han sacado de casa.

Son las nueve de la mañana.

La ansiedad es la primera en felicitarme el cumpleaños. De nuevo, me vienen imágenes de años mejores, la ilusión que tenía en este día, que hoy rezaba por que no llegara. Me levanto, voy al baño, me lavo la cara y me vuelvo a acostar, sin poder dormirme. La ansiedad sube por mi garganta, me estruja el corazón, que late rapidísimo. Estoy conteniendo toda la semana la presión de querer derrumbarme y no encontrar un hueco para hacerlo en soledad; siempre rodeado de gente. Y me preocupa no poder aguantar hasta que acabe el día, porque se va a montar toda la parafernalia que rodean este tipo de eventos. Me descubro a mí mismo deseando que hoy sea un día festivo normal, que no se centre la atención en mí, y que me dejen en paz. Ahora en la cama, estoy atento a que entren y me vean despierto y triste. Tengo que aparentar dormir, sorpresa y felicidad, en ese orden. Y así todo el día. Ya sé que será largo y acabaré agotado.

Son las doce y media.

Tengo unos momentos de soledad en la habitación. La ansiedad está llegando a su punto álgido, o no, no lo sé, porque siempre hay un poco más. Por un momento caigo en quién me ha podido mandar una felicitación anónima. Mierda. Se me altera el pulso aún más si cabe, se me hace un nudo en la garganta y agacho la cabeza. Los repetidos mensajes de felicitación de amigues y conocides los leo como si de un anuncio publicitario se tratase. Todo es plástico, pose, estética. Algún mensaje más personal me saca del pozo un poco, pero tampoco por muchos minutos. Siento que no puedo manejar esta situación, y ojalá acabe ya el día y pueda olvidarme de todo. Ojalá el capítulo 3 de Black Mirror. Entra mi familia en la habitación a darme los regalos. Sonrisa triste intentando ser sincera, agradeciendo de corazón el gesto, y poco más; porque de nuevo todo parece banal, no tiene importancia, los regalos apenas me causan una mínima alegría. Es estúpido y absurdo el teatro que estamos montando hoy. Lo cambiaría todo por un poquito de lo de antes. Sin embargo, para no romper la fragilidad del momento, finjo que me encanta la situación, los regalos, todo. En algunos momentos, se crean silencios en la conversación, que a mi juicio evidencian que todes estamos pensando lo mismo. Por mucho que intentemos aparentarlo, no está siendo lo que querríamos, es una falsa felicidad, cada une estamos representando un papel y tirando de tópicos. Para mí que nos acordamos de otros años y lo felices que éramos de verdad en aquellos momentos que ya se han ido. No hay maldito punto de comparación. Y a partir de aquí, comienza la escalada hacia el pico.

Son las cuatro de la tarde.

No tengo hambre. No quiero comer. Sin embargo, hago de tripas corazón e intento acabar lo antes posible, pero se me hace cuesta arriba. El ambiente en general es amistoso y festivo, e intento camuflar el huracán que llevo dentro. Es sin duda una comida mucho menos animada que la de otros años, faltan unas cuantas personas. Por suerte no hay tarta, no hay paripé de soplar velas (menudo deseo hubiera pedido). Me acuerdo en ese momento de anoche, al pillar el metro. Hubo un segundo, al borde del andén, en el que jugué conmigo mismo, fantaseando con la idea última. Durante un segundo, en el momento en que pensaba eso, me sentí libre y en paz. Luego volví al mundo real.

Son las nueve de la noche.

Por fin estoy solo en mi habitación. A oscuras, sólo el flexo ilumina algo. El ambiente perfecto para rematar esta triste crónica de un día que preferiría haberme saltado. Me siento más calmado, supongo que por estar centrado en escribir. Releo varias veces el texto. No me gusta, ni siquiera me identifico ya tanto con todo lo escrito, pero rememoro el día y sé que ha sido así. Así que, por justicia con mi yo de hace unas horas, supongo que lo publicaré. Otra es que lo publicite. Creo que al final me ha quedado mucho más descriptivo de lo que quería, pero no pienso tocar lo que he escrito cuando más estaba sintiendo.

Queda ya muy poco para poder tumbarme a dormir, a puerta cerrada, a abrazar de nuevo a mis demonios. Intuyo que mañana me sentiré mucho mejor que hoy, porque es como suele equilibrarme mi cuerpo, pero no me atrevo a decir bien. Hace tiempo que dejé de estar bien, de saber quién soy y qué hacer. Dudo de todo, pero especialmente de mí mismo. Siempre he considerado que tenía que ser ejemplo, que tenía que serme fiel, y cada vez me traiciono más, me separo de aquél que se supone que quería ser. Me dejo absorber más por la norma, me odio.

Tendré que hacer otro texto, supongo, porque este es una mierda.

jueves, 3 de noviembre de 2016

Autoterapia autopsicológica: Autocrítica autodestructiva.

Parece que has vuelto. De nuevo tú y yo, frente a frente en el espejo. En el fondo lo sabías, que esa situación no podía durar para siempre. Eras demasiado feliz, y tú no te mereces tener ese privilegio. Tú sabes todos tus trapos sucios, la basura que eres, lo poco que mereces.

Al fin y al cabo, ¿por qué lo hiciste? Empezar, digo. Me habías prometido que no volvería a pasar, que una vez era suficiente, que solos estábamos mejor. Y sin embargo te dejaste caer, te traicionaste como poca gente se ha traicionado nunca. Dejaste de relacionarte con amigues, abandonaste el colectivo, te centraste en cultivar tu egoísmo y tu ego. Pasaste de ser alguien a quien se podía respetar, a ser un alienado más, o peor, un concienciado que no hace nada. Eres un cadáver en vida, hueles a podrido.

Pero mírate ahora, al final del camino, al inicio del túnel. Eres un despojo, una sombra de lo que fuiste. Apenas queda nada del chaval que tenía los principios por delante, que era capaz de sacrificar cosas por sus ideas. Tú sólo eres un anarquista postureta de mierda, dices mucho y no haces nada. Que no has vuelto al colectivo porque temes no tener tiempo para dedicarle, pero te pasas los ratos muertos leyendo cómics o viendo series, como un parásito. Claro que no te mereces más que lo que tienes, y ni siquiera eso. Sigue activo en las redes, pero no salgas a la calle. Sigue diciendo que no bebes, y pillándote ciegos cada fin de semana. Del último potaste, cerdo, aunque nadie más que tú y yo lo sepamos. Eres hipocresía con patas, ese tipo de persona a la que odiarías y escupirías. Es en lo que te has convertido. Vuelve a caer y a pensar que te levantarás, vuelve a dejarte caer por el tobogán de la autodestrucción hacia el maldito infierno en el que tú y sólo tú estás convirtiendo tu vida.

Llora un poquito por aquí, simula que te desahogas y que esto no es mierda autocompasiva, a ver si convences a alguien. Da pena en lo que te has convertido. Das pena. En el fondo lo que quieres es un poco de casito, pero ojalá no te lo den y te hundas del todo, a ver si así cumples tus ideas más oscuras, que ni para llevarlas a cabo eres valiente. Sólo te acercas, fantaseas y tonteas con desaparecer, pero no te atreves a hacerlo.

Arráncate la piel, aléjate de quienes te ofrecen ayuda, sabes que ensucias cuanto tocas. No debes contagiar tu amargura a quien todavía tiene ilusiones, tienes que estar solo, como antes. Vuelve, déjate seducir por la idea de volver a ser como antes, o de no ser.

Al final, ¿qué elegirás?

Tiemblo.

Tengo un poquito de ansiedad y por eso me apetece hablar contigo, para que me distraigas y me mimes y me tranquilice. Pero hace tiempo...